Resultaba estupendo estar sola,
no tener que sonreir,
ni que poner buena cara.
Fue un respiro que me permitió contemplar a través del cristal la cortina de lluvia con desaliento y derrarmar algunas lágrimas.
No estaba de humor para una gran llantina. Eso podía esperar hasta que me acostara y me pusiera a reflexionar sobre lo que me aguardaba al día siguiente.
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